viernes, 18 de mayo de 2018

EL PLANETA DE BERI




Este relato se escribió para un proyecto de mi querido colegio García Galdeano, (donde tuve la gran fortuna de poder trabajar los últimos cuatro años de mi profesión). Sigo colaborando con ellos. Han puesto en marcha RADIOPATIO, una emisora donde participa todo el mundo. Hemos empezado a emitir relatos a los que prestan la voz los propios niños y niñas. 
Esto amenaza con ser el primer capítulo de una radioserie...

Si quieres escuchar el relato haz clic aquí.


En el planeta de Beri las cosas siempre acaban bien.
Los niños son de todos los tipos y de todos los colores. Pero hay un problema… Todos los niños que nacen tontos se creen superiores a los demás. También piensan que tienen siempre la razón. Si dejan de ser tontos también se dan cuenta, al mismo tiempo, de que son iguales que el resto. 
Iban un día juntos, por la calle, todos los niños tontos y se encontraron con Beri. Hasta aquel día la piel de Beri era de color verde y uno de los niños tontos le gritó:


-¡Oye, tú, verde de mierda!
El pobre Beri no sabía que su cuerpo, si le decían “de mierda”, sufría una reacción automática. No lo sabía porque nunca le habían dicho eso. Se quedó sorprendido. De repente, sin querer, notó que sus carnes se apretaban, se concentraban y como si sufriera una explosión, le salía del culo un pedo enorme. Se formó en el aire una nube de color verde, un verde muy concentrado que envolvió a todos los niños tontos.
En un segundo, por culpa de aquel pedo, la piel de los niños tontos se volvió de color verde. Beri, sin embargo, se transformó en un niño de color azul.
Los niños tontos se enfadaron mucho con Beri, pero se tuvieron que aguantar, porque el color de su piel no se iba.
Volvieron otro día a salir juntos todos los niños tontos y ¡qué casualidad! Se volvieron a encontrar con Beri. Todavía llamaba la atención su preciosa piel azul. Estaba jugando en el parque con sus amigos. Uno de los niños tontos se le plantó delante, con los brazos en jarras, y le gritó:
-¡Oye, tú, azul de mierda!
Volvió a pasar lo mismo que la vez anterior. El culo de Beri sufrió otra explosión, pero ahora el pedo fue más grande todavía, y la nube salió de color azul. Ya te lo habrás imaginado, todos los niños tontos se volvieron azules. También se enfadaron. Y total… ¿qué más daba, tener la piel verde o tenerla azul? Beri, sin embargo, se había pasado al color negro. Los niños tontos, cuando se vieron azules, se enfadaron mucho más.
Pasaron unas semanas y llegó otro día en que se volvieron a encontrar. Los niños tontos rodearon a Beri, y como si hubieran organizado un coro, empezaron a gritar todos a una:
- ¡Oye, tú, …!
En ese momento el sol que alumbraba el planeta, que lo veía y lo escuchaba todo, se enfadó tanto que les gritó:
-¡Ya os vale, no! ¡Pero qué tontos sois! ¡Hala, que os den!  ¡Me voy de vacaciones! ¡No hay quien os aguante!
De repente se apagó la luz y se quedó todo el planeta a oscuras.
Los niños tontos, aunque estaban juntos, cogieron mucho miedo y se agarraron de las manos. Como no se  veía, no sabían si entre aquellas manos estaban también las de Beri. Poco a poco todos, aunque andaban como los ciegos, consiguieron llegar a casa y meterse en la cama.
Claro, en la cama se estaba bien, pero después de varios días se cansaron de estar a oscuras sin hacer nada. Mientras tanto pensaron, y pensaron, y tanto pensar, sin darse cuenta, dejaron de ser tan tontos. Además, ya tenían ganas de ver todos los colores otra vez. Pero para eso hacía falta que volviera el sol:
-¡Oye, Beri! –gritó uno en la oscuridad, asomado a la ventana­–. No nos importa de qué color eres ahora. Y después creo que tampoco nos importará.
-¿Aunque me vayan cambiando los colores? –contestó el chico.
-Ni aunque te vuelvas de color arco iris. Nos gustaría mucho verte. Pero para eso hace falta que vuelva el sol. ¿Tú sabes cómo se puede hacer eso?
-¡Qué tontería! Pues claro… Llamándole al móvil. Espera un poco.
Beri le puso un whatsapp y el sol contestó enseguida:

-No os preocupéis. Ya estoy volviendo a casa. Pero tardaré un poco, porque hay aquí un atasco que no veas.





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