Juan Zapater fue el primer profesor que tuvimos.
Estábamos por aquel entonces obsesionados por la relación entre la calidad del producto y la cámara que poseíamos. A mejor cámara -> mejores fotos -> mejor fotógrafo... Ganaré concursos...
Pero este itinerario no terminaba de convencernos. Había algo que no funcionaba. Porque nos faltaba el lenguaje.
Sí. Disponía de una cámara... una camarita ajustada a mis posibilidades de adolescente con la paga ajustada a la realidad. Una Werlisa Color. Casi nada.
Había aprendido todo lo que Arte Fotográfico me iba enseñando en sus artículos que tragaba uno tras otro. Y a nuestro primer centro cultural del barrio... Auzotegi, llegó la oportunidad de organizar un cursillo de fotografía.
Allí comenzamos a interesarnos por la fotografía como lenguaje. Allí surgió el grupo de aficionados, de locos de la imagen fija. Y montamos el primer laboratorio. Y empezamos a acudir a la Agrupación Fotográfica. Comenzamos a atrevernos a mirar alrededor... Un alrededor que, querámoslo o no, estaba también centrado en la afición a los concursos.
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