¿Sois conscientes? ¿De verdad? ¿Lo sois?
¡Aplicar un interruptor al dios Sol! ¡Dominar a la Luz de
las luces, al Dios de los dioses…
¡Daos cuenta! ¡Todos los días! ¡A cualquier hora!
El inventor de la corriente eléctrica debió sentirse un rey
cuando logró cortarla con un interruptor. ¡Un simple interruptor! Pero no hay comparación posible. Es al dios Sol a quien dominamos
con las persianas.
Dediqué mi adolescencia y mi juventud, todo mi tiempo, a
perfeccionar su diseño, a idear las mejores láminas, a buscar diferentes
caminos para negar el paso a ese presuntuoso Dios entre los dioses. Apliqué
motores y automatismos al invento. Inventé sensores y dispositivos que
reflejaban, cortaban, difuminaban, confundían y controlaban la acción de la luz
primigenia.
¡Cuántas horas robadas al sueño! ¡Cuántos sinsabores!
Nada es gratuito… Pero hoy, ahora y aquí, soy el amo. Me siento, con
razón, por encima de Dios. Soy dios de las persianas. ¡Lo he logrado!
Por supuesto, toda divinidad es vengativa por naturaleza. Mi
Dios no me absolvió. Desde hace tiempo intenta tomarse la revancha. No olvidó mis
hazañas ni mi superioridad. Nunca perdonó que hubiera mejorado el interruptor
que corta su Luz a voluntad del hombre.
Estudié, me esforcé, me abrí camino en esta vida tan dura
que un día se nos impuso a los seres humanos: de Sol a Sol, todos, cada uno de
los días de nuestra existencia.
Así, con afán resentido, actuó sin compasión sobre mi mente.
Intentó reírse de mi presencia en este mundo. Tengo que controlar todos los días sus
movimientos, pero Él también me vigila. El odio es mutuo. Solo al llegar la
noche oscura descanso de sus asechanzas. A lo largo del día he de sortear sus
arteras trampas, esas sibilinas encerronas que planifica metódicamente en la placidez de la
noche, mientras descansa escondido. Debo reconocer que a veces logra nublar mi
entendimiento, mi vista y mi esperanza…
Menos mal que en los últimos tiempos se me han sumado, poco
a poco, algunos aliados. Empieza a ser doblegado incluso por la economía y la política. ¿Qué decir de la sabia decisión del gobierno de este país? Al fin empezó a imponerle las tasas que
su existencia, desde siempre, debió rendir al bienestar y a la presencia
humana.
Quizás debido a esa provocación anda más soliviantado estos últimos días.
Me aguarda agazapado. Se atrinchera antes de mi aparición y disimula hasta que
advierte mi presencia. Su imaginación es tan colosal como su maldad. Hoy, por
poner el caso, me atacó varias veces en el trayecto que todas las tardes he de
recorrer entre el hogar y el trabajo. Establecí, adrede, horario nocturno en la
consulta que abrí hace tiempo, con intención de evitar encontronazos. Hoy, sin embargo, bastó que
adelantara mi desplazamiento para que el Sol convirtiera el viaje en un
infierno.
Me halló desprevenido, primero, cuando monté en la
villavesa. Utilizó mis propios inventos para regalarme un susto de muerte. ¡El
muy canalla! Hizo bajar de golpe las persianas en las ventanas de todo el
autobús. Incluso la del chófer ¡En plena marcha!
Menos mal. Salí con bien, entero, de tan ladina trampa,
gracias a que me apeé del vehículo antes de que sobreviniera una desgracia.
Ya en la acera siguió acosando mis pasos. Lanzó a mi rostro
un periódico que evocaba su anterior hazaña. Acto seguido cerró a la vez, de un
papirotazo, todas las persianas de la ciudad. Se refugiaron como pudieron,
asustados, los ciudadanos y todos sus vehículos. Solo regresaron a la calle al
remitir los ruidos, cuando vieron declinar la excelsa batalla que libré con el
Sol.
¡Menos mal! ¡Todo llega a su fin! Ya he alcanzado la puerta de
mi clínica.
Mientras saco la llave miro al cielo y proclamo a los cuatro
vientos mi desprecio:
–¡Un día más, mal bicho! ¡Hoy tampoco lograste la victoria!
¡Ahí fuera te quedas!
Antes de penetrar en el despacho saco el pañuelo y
abrillanto la placa de bronce que anuncia mi consulta:
DR. MITILENE –
PSIQUIATRA
TRATAMIENTO EFICAZ DE AGORAFOBIAS Y CLAUSTROFOBIAS
Bajo después, con íntimo deleite, la persiana. Al fin puedo
sentarme, tranquilo y satisfecho, a leer el periódico.
2 comentarios:
No hubiera imaginado ese final. Felicidades por el relato, Javier.
Muchas gracias, Loren.
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